Señoras y señores,
Aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años. Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias.
miércoles, septiembre 17, 2008
Valor II
Este discurso lo pronunció Gervasio Sánchez cuando le entregaron el premio Ortega y Gasset a la mejor fotografía que otorga el diario El País. En esa entrega estaban presentes algunos miembros del gobierno. Este discurso nunca ha sido publicado y el propio diario nunca se hizo eco de esas declaraciones. Aunque no iba a cambiar el mundo, fue valiente y yo creo que merece ser leído.
vía kaosenlared.net
la foto es de Gervasio y la he sacado de El País.
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3 comentarios:
Muy molón, si señor. Así me gusta a mí, dando pábulo.
Pues la opción del LSD la desestima usted muy prondo. No debería usted hacer juicios tan precipitados.
Espero que salga pronto de la etapa de su vida que cita, aunque estar perdido no me parece lo peor que se puede estar.
Saludos, señor G.C.
error por mi parte no haberlo leido antes, a pesar del tiempo que lleva publicado...
qué fuerte, que lo sabíamos, que se palpaba por muchos medios y muy a menudo, pero que aún haya censura por posturas tan claras como las de Gervasio Sánchez que no ha hecho más que retratar la realidad y no sólo con su cámara... y que precisamente quien le premia le corte las alas... y que en este país no haya narices a decir lo que pasa y a querer escuchar...
hay tantas cosas tan fuertes... o quizá soy yo que me escandalizo muy fácilmente :S
Hey, acabo de leer una entrada nueva, iba a dejarte comentario y ¡ha desaparecido!
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