O cómo funciona el mundo. Muy muy sencillito. O "sencishito".
"(...) Quería sentarme en la orilla pantanosa y observar el río Mississippi; en vez de eso, tuve que mirarlo con la nariz pegada a una alambrada. Cuando se separa a la gente de sus ríos, ¿adónde se puede llegar?"
¿Cómo coño podía un hombre disfrutar si su sueño era interrumpido a las 6.30 de la mañana por el estrépito de un despertador, tenía que saltar fuera de la cama, vestirse, desayunar sin ganas, cagar, mear, cepillarse los dientes y el pelo y pelear con el tráfico hasta llegar a un lugar donde esencialmente ganaba cantidad de dinero para algún otro y aún así se le exigía mostrarse agradecido por tener la oportunidad de hacerlo?
el presidente del Consejo de Dirección de la SGAE [un tal Teddy Bautista] señaló a la cultura como "un pilar fundamental de nuestra sociedad", y recordó que el aporte de la cultura y el ocio al PIB ha sido de 29.338 millones de euros, cifra que representa el 3,9% de la totalidad del PIB español.
Como si fueran tomates.
Señoras y señores,
Aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años. Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias.
El surafricano Livers conduce una furgoneta, que ahora está repleta de mozambiqueños que vuelven a casa. Cobra 20 euros, la tarifa habitual, y hace dos viajes por día. Tiene una lista de espera muy larga.
Estoy muy triste. No puedo creer que esto lo hayan hecho mis compatriotas. Son nuestros hermanos.
Ahora mismo la cosa allí está complicada, muy complicada. Hezbolá, que hace dos años echó a Israel del país, quiere su trozo en el pastel del poder. No os creáis lo que dicen los americanos y algunos europeos: no es un grupo terrorista islamista como Al Qaeda. No tienen nada que ver, empezando porque Al Qaeda es suní y Hezbolá es chií, y como ya hemos visto en otra ocasión, se llevan muy mal entre ellos. Es un ejército, sí, pero también es un partido político y, como todas las facciones del país, controla su parte de la sociedad civil libanesa. En su caso, la musulmana chií, la más numerosa y la más pobre. Además, tiene el apoyo de Irán y Siria. Es como un mini-estado dentro del ya de por sí pequeño Líbano.
Eso, como es normal, molesta a los del gobierno. No les gusta que Hezbolá tengo tanto poder fuera del Estado. Así ha comenzado esto: el gobierno ha cortado la red de telecomunicaciones de Hezbolá, ha echado al jefe de seguridad del aeropuerto (afin a Hezbolá) y esa ha sido la excusa que la milicia ha encontrado para echarse a la calle, cortar Beirut, la capital, en dos, y tomar el control del aeropuerto. En el fondo, lo que hay es, de nuevo, una lucha entre facciones (mafias, las llama Maruja Torres) por el poder.
Y, preguntaréis: ¿dónde está el ejército libanés pa parar todo esto? Pues haberlo, haylo, y estar está. Pero tiene dos problemas: que no está lo suficientemente bien armado y que está compuesto por las mismas facciones que provocan todos estos problemas así que corre el riesgo de dividirse, lo que dejaría al país en manos de las milicias. Y eso se llama guerra civil.
Pero yo os dejo que os lo cuente Maruja Torres, que tiene más gracia y, sobre todo, más mala leche.
En verde oscuro, los países árabes. El resto son países de población musulmana o con grandes minorías musulmanas.